“Jamás se abrió”
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Fue la puerta de un amor,
un amor que no me amaba,
un amor que yo esperaba,
-cada noche en derredor-
dejara solo dos besos
o simplemente un abrazo
para soñar su regazo
donde durmieran mis huesos.
El quicio número trece
jamás se abrió para mí
y su labio carmesí
fue verdad que no florece.
Quisiera, crucificado
al madero de su puerta,
ser la rosa que se injerta
en el rosal de su argado.
Tantas veces golpeé
de aquella entrada, su aldaba,
que mi tacto se sangraba
y sin dedos me quedé.
¿Para que quiero tener
las manos que Dios me dio
si su entrada no se abrió
para las suyas prender?
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Carles C. 02/I/2015
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Foto:photaki.es
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